Y llegamos al mar. Y nos dimos un paseo entre Savudria y Alberi. Y nos lo pasamos de maravilla.
Mi artillera está descubriendo la moto. Despacito, pero cada día gustándole mas y mas. Y a mi cada vez me gusta más conducir con ella detrás que conducir solo.
Notar que no estás solo, sino que detrás hay unos ojos que confían en ti y que están pendientes de todo el camino. Disfrutando o con los huesos helados. Como tú.
Bueno, y como no hay que perder la costumbre e ir solito también tiene todo su encanto, al día siguiente me metí 300 km entre pecho y neumático. El destino improvisado fue un pueblo que se llama Kostanjevica y que está totalmente rodeado de agua. Se accede por el puente de madera que aparece en el fondo.
